Cada vez que empezamos un nuevo ciclo (ya sea el comienzo
del año, la vuelta del verano, un trabajo nuevo o un cambio de domicilio) nos
fijamos una serie de objetivos para mejorar diferentes aspectos de nuestras
vidas que engloban diferentes esferas como pueden ser la salud, el trabajo, el ocio…
El problema es que empezamos muy fuerte pero al cabo de los días y semanas esos
objetivos se transforman en deseos y, finalmente, quedan aparcados y a la
espera de aparecer al llegar un ciclo nuevo.
Pues bien, te contamos a continuación como crear nuevos
hábitos más saludables que te permitan alcanzar dichos objetivos de una forma
sencilla y persistente en el tiempo:
Análisis
Lo primero que hay que hacer es identificar qué es lo que
queremos/necesitamos cambiar en nuestro día a día. Saber qué es lo que nos
incomoda es esencial para poder dirigir nuestro esfuerzo en modificarlo. Para
ello, coge lápiz y cuaderno y haz un listado, a la antigua usanza. Tener esa
lista escrita delante de ti hará que cobre realidad y seamos conscientes de lo
que necesitamos. Seguramente saldrá un listado con muchas cosas, más de las que
a primera vista seamos capaces de manejar pero no te agobies, organízalas por
orden de prioridad, colocando primero los más urgentes y/o necesarios. Una vez
que tengas ese orden, escribe al lado lo que quieres lograr, y céntrate en los
primeros de tu lista.
Planificación
Empieza poco a poco, incluso si es sólo con uno de los
objetivos, y no te agobies: es mejor ir despacio e ir cambiando poco a poco,
que empezar con muchos a la vez, abandonarlos por exceso de presión y no
conseguir cambiar nada. Y sé realista, piensa en pequeñas acciones que sean
fáciles y ve aumentando día a día, semana a semana. Por ejemplo, si quieres
empezar a ir al gimnasio, no estés dos horas con el máximo peso el primer día,
ya que luego tendrás agujeras y no volverás a pisarlo hasta varios días después
(y con suerte). Los primeros días acércate 20 minutos, haz un poco de aeróbico,
prueba un par de máquinas con poco peso y vete para casa. Si cada semana vas
aumentando 10 minutos y un par de máquinas, en dos meses estarás entrenando
hora y media, con un peso adecuado a tu forma física y habrá creado un hábito
casi sin darte cuenta.
Organización
No sirve de nada analizar los objetivos que quieres
conseguir y planificar las acciones que necesitas llevar a cabo para
conseguirlo si luego no organizas tu tiempo para poder cumplirlos. Y, de nuevo,
sé realista: si vas a tener que estar corriendo todo el día para llegar a todo,
acabarás agobiándote y abandonando dichos objetivos.
Constancia
Para que un hábito se integre en nuestra rutina, se necesita
ser constante durante los primeros días (siempre se habla del umbral de los 21
días). Al principio tendremos que esforzarnos para repetir una serie de
acciones que, con el tiempo, nos irán resultando más fáciles hasta que
finalmente las “automaticemos”. Y, de nuevo, lo óptimo es empezar de forma
progresiva. Y si te surge algún contratiempo, no te frustres ni te castigues:
si un día no puedes llevar a cabo tu nueva rutina por circunstancias externas,
ya tendrás otra oportunidad al día siguiente.
Evolución
Para comprobar que estás cumpliendo tus objetivos tendrás
que revisar periódicamente tus progresos. Hay multitud de maneras de hacerlo, y
todas son igual de válidas: ya sea anotando diariamente lo que estás haciendo,
o revisando semanalmente tu evolución, o intercambiando pareceres con alguien
que se encuentre en el mismo punto que tú… Y cuando veas que hay objetivos que
no estás cumpliendo, no te castigues, simplemente trata de entender por qué no
has llegado a conseguirlo y modifica aquello que sea necesario (puede ser tan
sencillo como que tus metas no eran realistas para el tiempo del que dispones).
Celebración
Algo básico y que muchas veces se nos olvida. Si estás
consiguiendo nuestros objetivos, celébralo con tus amigos y familia, date algún
capricho o regálate una recompensa. Es una gran manera de mantener la
motivación (si sabemos que nos espera un premio después de una semana de
esfuerzo, seguro que le dedicamos una mayor implicación). Aunque has de tener
en cuenta que dicha recompensa no puede ir en contra del objetivo marcado (por
ejemplo, si nuestro objetivo es perder peso, la recompensa no puede ser un
festín de comida ultraprocesada, pero sí una entrada para ver ese musical al que
tanto tiempo llevas queriendo ir).